El condenado
¡Maldita sea la noche
en la que todo acabó!
La miseria me envolvió
y me empujó a la locura.
Vago por los caminos de
la amargura, sin dejar
rastro ni huella.
Solo si recuerdo los
días mejores, se me
hacen rápidas las
horas venideras.
La incesante lluvia me
condena a ver crecer
a los árboles y con
ellos mi pena.
Sensación de carga y
culpa, esa es mi única bandera.
El viento agita mi lamento
y las campanas de la
soledad retumban contra
lo que siento.
Sucumbiendo hacia lo desconocido,
muero por haber perdido la conciencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario