viernes, 9 de marzo de 2012

Cassandra

Se dirigió a la cocina a calmar su sed, de nuevo una noche en la que no conseguía conciliar bien el sueño. Entró sin encender si quiera la luz, abrió la nevera y sacó la botella de agua, dio varios tragos largos seguidos, la apartó de su boca y respiró hondo cerrando los ojos un instante. En ese momento, una agradable brisa fresca entraba por la ventana medio abierta, Cassandra se giró instintivamente hacia ella y la abrió un poco mas; dejó la botella en el suelo y, apoyándose sobre la encimera con los brazos, asomó la cabeza, sintiendo el aire revolver su pelo levemente. Comenzó a divagar, de nuevo con los ojos cerrados, en esos sueños que cada noche la atormentaban impidiéndole descansar, impidiéndole pensar en otra cosa que no fueran los rostros difuminados de dos personas por las que sufría y no sabía el por qué. "Desde que salí del hospital, no soy la misma... ¿Por qué los sueños o pesadillas? ¿Qué quieren decir?". Mientras pensaba en todo esto, no era consciente de que estaba siendo observada, a pocos metros de distancia, justo frente a ella.

En un impulso inexplicable abrió los ojos de golpe, con el ceño fruncido, y sin motivo aparente, su mirada se dirigió hacia la calle. Una silueta se distinguía a la perfección debajo de una de las farolas del barrio, precisamente en una que estaba justo en frente de su casa, justo en frente de la ventana a la que ella estaba asomada. La luz lo cubría como un gran foco anaranjado colocado sobre él a propósito, de hecho parecía que se hubiera colocado ahí por el mismo motivo. Cassandra observó curiosa y extrañada a aquél hombre, que tenía la vista clavada en el suelo, al que apenas se le veía la cara, medio cubierta por un pelo oscuro y largo, con las manos metidas en los bolsillos de una gabardina negra. Ella lo inspeccionaba sin reparo alguno, estaba completamente intrigada con el individuo. "¿Será un camello?" Pensó. "No, no va vestido como para ser de los típicos que andan con trapicheos en el barrio. Entonces ¿quién es? Parece sacado de una mafia de algún país del Este. ¿Estará esperando a alguien?" Cassandra seguía ensimismada con el hombre que segundos antes no estaba ahí, inventando cualquier historia para aquel personaje tan peculiar. Nunca podría llegar a imaginar lo que pasó a continuación. El hombre al que llevaba varios minutos observando en silencio, de repente alzó la cabeza, y clavó sus ojos en ella. Sería fácil confundir aquel gesto, porque entre el pelo que cubría su rostro y el contraluz que lo rodeaba podría estar mirando para cualquier parte en la misma dirección en la que ella estaba, pero Cassandra sabía que era a ella a quien observaba, sintió su mirada. Era como si él hubiese estado esperando a que se asomara a esa precisa ventana, la habitación estaba a oscuras, la casa entera lo estaba, ¿cómo sabía él que ella estaba justo ahí? Porque no había vacilado a la hora de levantar la mirada, no le había hecho falta buscarla, no era como si estuviera mirando hacia arriba y de repente la viera ¡No! Él sabía de ante mano que ella estaba ahí. ¿Cómo era posible? Cassandra comenzó a inquietarse ante aquella mirada insistente. Se incorporó nerviosa, el corazón comenzó a palpitarle deprisa. Quiso quitarse de donde estaba, pero torpemente chocó su pierna contra la botella de agua que estaba en el suelo, y la hizo caer. El ruido la hizo mirar hacia abajo, se puso mas nerviosa todavía al escuchar el golpe en el silencio de la noche. Se agachó rápidamente a recogerla, y cuando volvió a levantarse, el hombre ya no estaba.

Delirios

Que desolada se encuentra mi alma,
inquieta, ansiosa por descubrir
los secretos de un mundo que
que no comprende.

Asfixiada cada noche al
intentar conciliar el sueño,
liberada al encontrar la paz
con mi cabeza sobre la almohada.

Recordando, al amanecer, posibles
vidas pasadas.
Triste al pensar que vago en un
mar de desequilibrio emocional.

Brusco el despertar, en mañanas
frías o calurosas ¿que mas da?
Como aturdida por un golpe de
realidad forzada.

Ya nada parece igual.
Cada día es un misterio.

Negras almas acechando a cada
paso, esperando un momento
de descuido. Temer a la muerte...
¡Que delirio!